"Quería hacerlo todo por mis hijos: eliminar todos los obstáculos de su camino, librar todas las batallas y encajar todos los golpes" John O,farrel.
Infancia. |
De un tiempo a esta parte, se puede observar, en la sociedad en general, la preocupación de la mayoría de los padres por la educación de sus hijos. Todos y cada uno de ellos, desean lo mejor para sus descendientes. Yo no soy padre, pero supongo, que el día que lo sea, querré lo mejor para mis hijos. Esto lo respeto, es lícito, cada uno intenta dar a su hijo lo mejor de lo mejor. Pero no todo vale. Ahí es donde discrepo. Debemos saber discernir entre ofrecerle las mejores oportunidades y darle todo hecho. Muchas veces no nos paramos a pensar en que piensan los niños, y ellos, aunque "chiquitos" y en periodo de formación, tienen mucho que decir.
Me enfado mucho, cuando coincido con algunos amigos, padres ya, que me comentan la organización de la infancia de sus hijos. Ya tienen pensado el colegio al que lo van a llevar, las asignaturas que va a cursar, y por supuesto, y es aquí donde quiero detenerme más, las actividades extraescolares que va a realizar. Ya tienen en mente como serán las tardes de sus hijos. De 16 a 17 horas irá a clases inglés, de 17 a 18:30 irá al conservatorio, 18:30 a 19:30 irá a entrenamiento de fútbol, 19:30 a 20:30 irá a entreno de natación. A las 21 llegará a casa, cenará y a las 21:45 estará acostado para comenzar un nuevo día con las energías renovadas.
Y yo suelo hacerles siempre la misma pregunta: ¿Y cuando juegan? A lo que me suelen contestar, ya tendrán tiempo de jugar el fin de semana. Os prometo que me da mucho coraje este tipo de cosas, no lo puedo remediar. Los niños tienen que jugar y divertirse. No pueden estar todo el día con el Modo ON encendido. Además de que a muchas de estas clases van por obligación, no por placer, y ahí es donde viene lo complicado del tema. El niño tiene que hacer las cosas por placer, disfrutando de lo que hace, obligándolo matamos la esencia de cualquier actividad.
Muchas de estas actividades son frustraciones de los padres (lo que pudieron hacer y no hicieron o lo que no tuvieron oportunidad de hacer), y estas frustraciones se reflejan en la educación de sus hijos. ¡Grave error!
Muchas veces pienso, que es imposible que no se haya creado aún un sindicato de niños, puestos que éstos son los más explotados de nuestra sociedad. Sigamos con el ejemplo anterior. Ese niño tendrá las siguientes horas de trabajo:
De 9 a 14 horas estará sumergido en el maravilloso mundo de la escuela, donde aprenderá y trabajará diferentes tareas y habilidades con el objetivo de convertirse en una persona íntegra y realizada. Total: 5 horas de trabajo.
Ahora vienen las actividades extraescolares, tenemos una hora más de inglés, otra de música, otra de fútbol y otra de natación. Total: 4 horas más de trabajo.
Las sumamos todas y nos dan 9 horas diarias, si lo hacemos de lunes a viernes, que es lo normal, contamos con 45 horas de trabajo. En España, el estatuto general de trabajadores, estipula que la jornada legal máxima no podrá ser superior a 40 horas semanales. Lo dicho, si hubiera un sindicato, ya se estarían movilizando, y además tendrían hasta razón. Pero como son niños.......todo vale.
Como bien dice, Carl Honoré, en su libro "Bajo presión" (recomiendo) "hemos entrado en la era del niño dirigido. Si miramos alrededor, nos daremos cuenta de que los niños son ya objeto de mayor preocupación e intervención de los adultos que en cualquier otro momento de la historia. Muchos niños siguen hoy en día el tipo de programa que marearía a un alto ejecutivo".
Hay que tener en cuenta, que los niños, niños son, y como tales debemos dejarles tiempo, sobre todo para jugar, para experimentar, para equivocarse, para elegir sus intereses. En definitiva, que disfruten de una infancia plena, de una etapa que recordarán como única. Pero para que esta etapa, esté llena de buenos recuerdos, debemos darles (los padres), esa oportunidad. Si preguntas a la mayoría de los padres del mundo: ¿Qué quieren para sus hijos? La contestación mayoritaria será: ¡Qué sea feliz!
Pues si queremos niños felices, deberíamos hacernos la siguiente pregunta, la cual queda recogida en el libro de Carl Honoré al final del segundo capítulo:
¿Cómo podemos conseguir que la infancia trate más de los niños y menos de los adultos?
Un abrazo a todos.
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